NO QUIERO DECIRTELO, QUIERO...




¿Cómo hacemos para hacernos entender, sin decirlo?

Uno de los objetivos mas importantes en la vida sexual de ellas es que nos entiendan sin tener que explicarlo.

Queremos que lo adivinen, que sean telépatas experimentados y que además accionen en el momento indicado.

El gran problema es hacernos entender. Lo hemos probado todo, sonidos, ubicaciones, direccionamientos a diestra y siniestra, pero a veces nos debilitamos ante el verbo. Cuando lo decimos ya deseamos otra cosa diferente, y lo que mas nos disgusta es tener que haberlo dicho.

Claro que es complicado, pero si nos hemos entregado al verbo, hay que avanzar aún mas para que el verbo se haga carne y habite entre nosotros. El intermedio no es bueno, si no queremos decirlo, no lo digamos; y si lo decimos, el secreto esta en la repetición.

Pero existen muchos lenguajes posibles, muchas vías de comunicación. El lenguaje gestual, corporal, táctil, respiratorio, sonoro no-verbal y todo lo que sus prolíferas imaginaciones les brinden. A su vez podemos agregar la cantidad de matíces, velocidades, volúmenes, etc.

En este caso vamos a hablar de lo que llamo el lenguaje refractario o de reflejo. Nuestro cuerpo actúa como espejo del que nos acompaña o a la inversa, yo provoco en el otro lo que yo quiero que se refleje en mí. Practiquen, prueben...

CUANDO LA CONFIANZA ES GRANDE... EL DESEO ES POCO...

NO NOS ENGAÑEMOS, LA MÁXIMA PROXEMIA NO INDICA NECESARIAMENTE DESEO.

Cuando la confianza es grande claramente tenemos a nuestro lado a un gran amigo. El toqueteo confianzudo nos aclara que somos buenas amigas a diferencia de lo que podríamos pensar... un objeto del deseo. No llegamos a ser ni una muñeca inflable, apenas una pepona o Jolly Bell con la que jugabamos a la mamá y le dabamos de comer tortitas de barro. Si pretendemos ser la Barbie que despierta líbido, estamos lejos de nuestro camino.


Si recordamos nuestra niñez, la muñeca a la que mas distancia ponían nuestros amigos o hermanos era a aquella Barbie desnuda de pechos inmensos sin pezones y bombacha color piel adosada como si fuera parte de su cuerpo. Esta analogía dista de ser una comparación morfológica, es en todo caso un análisis proxémico de la situación.


Si nos detenemos a contemplar el accionar de nuestro "amigo", podemos obsevar que es mayor la distancia hacia aquellas mujeres con las que en realidad quieren tener contacto físico. Es decir, a nosotras nos tocan y a las otras las desean.


Cuando el deseo es grande, debe estar mejor camuflado. Hay que hacerse rogar, queremos que el otro se nos acerque y no a la inversa, sino se puede pasar por desesperado. Por eso cuando uno tiene la tranquilidad de saber que no pretende nada físico con el otro, tiene la confianza suficiente para acercarse sin trabas ni tabúes. En cambio, cuando uno tiene la certeza de desear al otro, toma distancia física para preservar el misterio.


Entonces queridísimas/os, el secreto esta en la MÍNIMA PROXEMIA; es decir, en la máxima distancia.